Ciencia Propia

Debates actuales en torno a la Soberanía Lingüística


Por María Eugenia Gattari* y Juan Manuel Lacalle
Licenciados y Profesores de Enseñanza Media y Superior en Letras (UBA). Para contactarse con los autores: [email protected], [email protected].


“Porque si entre ellos se pelean

los devoran los de afuera”

José Hernández, Martín Fierro

En las prácticas diarias se desdibujan los intereses que están detrás del manejo y control del lenguaje por parte de diversos actores sociales. Dada la coyuntura actual, este artículo invita a estudiantes y graduados de todas las carreras e, incluso, al público en general a reflexionar sobre el uso cotidiano de nuestra lengua.

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Mafalda por Quino


Las luchas por la apropiación del lenguaje son para nuestra historia, y para la de cada pueblo en particular, luchas que tienen que ver con momentos |. Como en todo territorio, en Latinoamérica la cuestión lingüística se percibe como un espacio sobre el que recaen incesantes pujas culturales, económicas y políticas. Específicamente en nuestro país, esto nos atraviesa por la diversidad de pueblos originarios, en tanto antigua colonia española, nación soberana, polo inmigratorio, miembro de distintos bloques regionales (OEA, MERCOSUR, UNASUR, CELAC) y espectro de variedades de un área idiomática. Frente a estas disputas resulta importante, por un lado, reflexionar de manera colectiva sobre las formas en que nos apropiamos y hacemos uso del lenguaje en todos los ámbitos de nuestra cotidianidad y, por otro lado, observar que en el desfazaje entre usos y normativa se presenta, además del aspecto correctivo, un problema de adecuación, producto de un sistema que, en su afán homogeneizador, aplaca las voces de la identidad.

En esta línea, el martes 17 de septiembre de 2013 se publicó en Página 12 un texto a modo de manifiesto, titulado “Por una soberanía idiomática”, con el aval de una gran cantidad de académicos, intelectuales y profesionales de distintas áreas vinculadas con el ámbito de la lengua y la literatura. El propósito fue extender a toda la comunidad el debate en torno a las políticas contemporáneas de la lengua castellana, particularmente en las variedades argentinas y latinoamericanas. Lo que se puso sobre la mesa una vez más fue la norma pero, en esta ocasión, en relación con las integraciones regionales, la mercantilización de la lengua y el tendenciosamente llamado castellano “neutro”. No es que España sea el enemigo, se afirma, sino que el monopolio del lenguaje deja dividendos dispares: réditos a unos pocos e inseguridades lingüísticas al noventa por ciento de los hispanohablantes del mundo. Los números nos hacen ruido y, a esta altura, no es momento de pensar únicamente qué variante del español hablamos o no los argentinos, sino que debemos considerar a nuestra lengua como una entidad en sí misma y proyectar cómo se pone en juego su vínculo con hablantes de otros idiomas y de qué forma nos interpela cada una de sus formas, en todos los estratos de nuestra sociedad.   

La incidencia económica y cultural hegemónica del ALCA y el monopolio de la RAE propiciaron la articulación latinoamericana y la pregunta sobre la soberanía lingüística como cruciales para la época. Con este horizonte, el manifiesto planteó que los posicionamientos sobre la lengua “No pueden verse como disyuntivas tenaces, a elegir entre cosmopolitismos entreguistas y defensas soberanistas, sino como la oportunidad única, para América Latina, de recrear sus modos de integrarse y diferenciarse”. Poder llevar esta inquietud fuera de los ámbitos letrados, brinda una nueva herramienta para corrernos de lugares comunes tan simplificadores como “hablan mal”, que miden con parámetros desajustados, no porque seamos incapaces de cumplir con los criterios que se nos exigen sino por principios identitarios.

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El manifiesto se abre con una advertencia: no caer en la promesa del carácter pluricéntrico del nuevo lema de la Real Academia Española “Unidad en la diversidad”. Si bien es cierto que, frente a “Limpia, fija y da esplendor”, el eslogan actual anuncia una mirada “inclusiva” sobre el área idiomática, las políticas de la institución siguen trabajando en el marco de la proscripción, en tanto la unidad se determina desde el centro. “Las instituciones de la lengua son globalizadoras cuando piensan en el mercado y monárquicas cuando tratan la norma”, sentencian los académicos que firman. La amalgama no debe abandonar la heterogeneidad y la hibridez culturales y, en este sentido, se plantea que en una región como la nuestra son necesarias políticas de inclusión que atiendan al reconocimiento de lo plural. En el segundo apartado se declara “valoración política de la heterogeneidad más que festejo mercantil de la diversidad”. En relación con el “castellano neutro” la reflexión se detiene en la “comunicación instrumental” y el “borramiento de lo expresivo”. La imposición de esta variedad, se propone como respuesta a los problemas para abarcar una representación lingüística de la multiculturalidad de cara a los procesos de integración regional y el rol que juegan las lenguas mundiales como el inglés, el español y el portugués. Se trata de una estrategia mercantil de homogeneización y supresión de las diferencias.

A continuación, el texto se explaya en torno a los organismos creados para la difusión de las lenguas y su lazo con la política exterior, que puede emplear a la lengua como “dispositivo técnico de penetración económica” y como “fórmula de colonización y propagación cultural”. Se hace especial hincapié en las políticas de las diversas academias, como la Inglesa y la Italiana, que no funcionan de la misma manera como centros controladores de mutaciones y variedades. La reflexión se detiene también en los “yacimientos petrolíferos” de la lengua. Se plantea que si bien el patrimonio es compartido, la explotación es extranjera para el noventa por ciento de sus hablantes. Esto cobra una mayor dimensión a partir de la información difundida por el Instituto Cervantes en el año 2012: “[El español] es la segunda lengua del mundo por número de hablantes y el segundo idioma de comunicación internacional. En 2030 […] solo el chino superará al español como lengua con un mayor número de hablantes nativos”.

En suma, las propuestas concretas fueron la creación de un instituto latinoamericano, para el que se sugirió el nombre “Borges” (denominación que suscitó controversias posteriores) y  la constitución de un foro de debates en el Museo del Libro y de la Lengua (espacio que arremete contra el centralismo desde su propio nombre al no especificar de qué “Lengua” se trata). Todos estos planteos tienen su epicentro en la construcción de la soberanía idiomática y son una apuesta a enfatizar las dimensiones políticas y culturales de las batallas por la democratización de la lengua y la derrota de las hegemonías comunicacionales.

Soberanía, nación y lenguaje: un breve recorrido

“— Bien, entonces, ¿por qué va usted a la guerra? —preguntó Pierre.

— ¿Por qué? No lo sé. Es necesario. Además, voy porque…

—se detuvo un instante y prosiguió—.

Voy porque la vida que llevo aquí, esta vida, no me satisface”

León Tolstoi, Guerra y Paz

En conmemoración a la Batalla de la Vuelta de Obligado de 1845, en Argentina se reconoce al 20 de noviembre como el Día de la Soberanía Nacional (feriado desde el Bicentenario de 2010). El término “soberanía” tiene una serie de connotaciones de diversa índole y ha recibido, a lo largo de la historia y desde distintas disciplinas, definiciones heterogéneas. Etimológicamente, el concepto implica “estar por encima de”. Si se reclama soberanía es porque existe una percepción de expropiación. Esta búsqueda no estará librada de una puja que resultará  inevitable y se encontrará con embates escudados en la tradición y en el dejen hacer. La discusión sobre la soberanía específicamente lingüística no debe identificarse con una disputa entre normativistas y rebeldes sino que, más bien, dispara preguntas como: ¿qué función cumple la lengua en relación con la soberanía de un país?, ¿qué políticas de Estado hubo, hay o puede haber en relación con la soberanía del idioma?

Hasta que el territorio Argentino se estableció como independiente, la política lingüística vigente estuvo determinada por los requerimientos de la corona española y su política colonizadora. Vinieron, fundaron una colonia y nos dejaron la lengua ajena. Con el advenimiento de la independencia y la apertura del período de formación de los estados nacionales, la lengua intervino en la construcción de la identidad colectiva en tanto sirvió a la designación de una comunidad imaginada de hablantes (Anderson, 1993), determinada por su asociación a un pueblo y un territorio. La generación del ‘37, con Alberdi a la cabeza, detectó que las consideraciones sobre la lengua eran fundamentales para la independencia de la Nación y para la conformación de la identidad nacional. A modo de ejemplo podemos recordar el caso de Chile, donde las luchas por las apropiación lingüística consagraron la autonomía de la lengua.  

Con la llamada Generación del ‘80, las condiciones socioeconómicas llevaron a un abrupto cambio en la situación lingüística del país. Esta circunstancia surgió como producto del proceso de reorganización nacional que trajo consigo un ideario político interesado en el mercado global y, con ello, el establecimiento de un modelo agroexportador. Así, el Estado comenzó a velar por los intereses de la oligarquía y de los capitales extranjeros fortaleciendo la ideología liberal de los sectores gobernantes y la integración al mundo librecambista del imperio británico. Como consecuencia fue necesario incrementar la mano de obra y un gran aluvión de extranjeros ingresó al territorio americano en busca de mejores condiciones de vida. Esto generó no solo la incorporación de las lenguas maternas de los recién llegados al acervo lingüístico del territorio nacional, sino también la aparición de nuevas variedades producto de las lenguas en contacto. Frente a esta situación, la política lingüística se abocó a homogeneizar estos sectores más bajos, lo que supuso la elección e imposición de una variedad y de un corpus culturales prestigiosos como base de la norma. La creación de la Facultad de Filosofía y Letras en 1896, de alguna manera refleja una voluntad, por parte de los sectores dirigentes, de formalizar determinados saberes que hasta el momento no estaban contemplados en el nivel universitario.

Esta actitud normativista se sostuvo hasta el primer período del peronismo donde comienzan a vislumbrarse nuevos horizontes. A partir del segundo Plan Quinquenal, la puesta en valor de la soberanía nacional, lo popular y el rol omnipresente del Estado determinaron que la lengua fuese nuevamente un espacio sobre el que trabajar. En esta oportunidad se orientó la acción a la construcción de lo propio, ya que se buscó reforzar el carácter homogeneizante y formador de los instrumentos vinculados con el lenguaje y fomentar la producción de dispositivos normativos. Esto operó, al mismo tiempo, como expresión nacional de la lengua y como mecanismo performativo para la configuración de identidades políticas y ciudadanas (Glozman, 2015). Algunos ejemplos concretos de estas políticas son la creación de la Academia Nacional de la Lengua (1952) y la intención de confección del Diccionario Nacional.

Durante los gobiernos militares, el trabajo sobre la lengua fue meticuloso en tanto sirvió para disciplinar a la población. Se legisló sobre los medios de comunicación audiovisuales y, más allá del contenido, el trabajo sobre el tono, el registro y las variedades lingüísticas tuvo un carácter fuertemente proscriptivo. Algunos programas debieron modificar sus tramas ya que varias tipologías de los personajes se vieron afectadas por esta regulación sobre la lengua. La pluralidad fue acallada y las minorías perseguidas. Con la vuelta a la democracia, la persecución de las minorías cesó pero no tuvo lugar su vindicación durante una buena cantidad de años y, hasta fines del siglo XX, la perspectiva normativa sobre la lengua fue la corriente dominante.

Tiempo después, y como consecuencia del proceso de globalización y de la implementación del neoliberalismo, la expansión de las fronteras instauró una comunidad lingüística de dimensión transnacional, asentada sobre intereses políticos y económicos, donde las lenguas mundiales pasaron a ocupar una posición de autoridad y hegemonía (Del Valle, 2007). Esto generó un proceso de desterritorialización y de neutralización social subordinado a un imperativo globalizador que pretendía la imposición de determinados estereotipos culturales.

A lo largo de estos años, en los ámbitos letrados se han publicado varios títulos que atienden al habla de los argentinos y que incluso, desde un contexto regional, piensan nuestras lenguas a partir de sus particularidades. Algunos ejemplos de estas propuestas fueron: El español de la Argentina (Vidal de Battini, 1954), El español de América. Argentina, Paraguay y Uruguay (Donni de Mirande, 1994), El español de la Argentina y sus variedades regionales (Fontanella de Weinberg, 2000).

Por otra parte, se ha trabajado desde la legislación regional, con la finalidad de revertir esta política lingüística homogeneizadora. Bein (2004) plantea que los estados imponen lo que se considerará la norma lingüística, tanto por medio de un sistema coercitivo como a través de lo que Louis Althusser denominó aparatos ideológicos de Estado. La primera instancia, la legislación sobre la lengua, es requerida cuando tienen lugar prácticas y representaciones colectivas no deseadas por el poder o, en cambio, cuando se intenta instaurar un ordenamiento nuevo en el marco de procesos de cambio social. De esta manera, la presencia de otros actores sociales también incide en la política lingüística, como Roberto Arlt señala en “El idioma de los argentinos”: “un pueblo impone su arte, su industria, su comercio y su idioma por prepotencia”. Los cambios pueden ser resultado de accionares de países ajenos, como España, y los medios de comunicación pero, también, de discursos vistos como políticamente correctos (la preservación de lenguas minoritarias) y la presión de minorías que reivindican sus lenguas. Todo esto se conjuga con el día a día de la totalidad de los hablantes, con mayor o menor influjo dependiendo de diversos factores. Para ejemplificar en relación con la legislación, el Protocolo adicional al Tratado de Asunción sobre la estructura institucional del Mercosur de 1994 (convertido en la Ley 24.560 de 1995) establece: “Art. 46: Los idiomas oficiales del Mercosur son el español y el portugués. La versión oficial de los documentos de trabajo será la del idioma del país sede de cada reunión.” En otro orden, la Decisión n° 9 del 7 de diciembre de 1995, perteneciente al Programa de acción del Mercosur (suscrito hasta el año 2000 por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) propone: “Art. 3.5 […] la mejora de la calidad de la educación en los Estados Partes, incorporándole una dimensión cultural y lingüística. Asimismo se deberá profundizar la integración educativa. A tales efectos se deberán […] establecer planes de enseñanza-aprendizaje de los idiomas oficiales del Mercosur.”

En el año 2000 se creó un banco de datos lingüísticos por iniciativa del Grupo de Trabajo de Políticas Lingüísticas del Mercosur. La propuesta fue que cada uno de los países miembros constituyera su propia base de datos para consolidar un material del cual partir para “armonizar” la política lingüística de la región. En la Argentina el proyecto fue impulsado por el Ministerio de Educación de la Nación.

El manifiesto que mencionamos al comienzo del artículo se reprodujo en la publicación del libro compilado por Laura Kornfeld De lenguas, ficciones y patrias (2014) donde, además, se problematizaron cuestiones más específicas en torno al tema. En el mismo año, Mara Glozman y Daniela Lauría publicaron el racconto de una serie de textos y acontecimientos que construyen parte del debate sobre la soberanía lingüística durante los últimos años (discusión alentada por la inclusión social, la unidad latinoamericana y la centralidad de la política en la Argentina entre 2003-2010). El primero de los hechos es la realización del III Congreso Internacional de la Lengua Española (Rosario, 2004). Nótese la importancia política del Congreso: participó de la apertura el rey de España, mas el presidente argentino dio el discurso inaugural. Otra cuestión que recuperan las autoras es la publicación de dos diccionarios monolingües: el Diccionario del habla de los argentinos (2003) y el Diccionario integral del español de la Argentina (2008). Estos son hitos en tanto las gramáticas, los diccionarios, los léxicos y las ortografías son materiales que operan por proscripción al poner en tensión la normativa y el uso y, cuando se utiliza la norma de una variante diferente a la propia, se genera confusión e inseguridad lingüística. Por consiguiente, estos diccionarios específicos buscar desarticular la centralidad del español peninsular frente a las numerosas variedades que se hablan en el resto de los países. Esta heterogeneidad resulta de diversos factores, como la extensión geográfica y la coexistencia y el contacto con otras lenguas.

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Duendes por Liniers


Unidos o dominados

“Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,

un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas”
JRR Tolkien, El señor de los anillos

En los últimos años observamos una tensión entre la diseminación y la unificación de naciones (fragmentación y división de países, por un lado, y surgimiento de nuevos grupos económico-políticos, por el otro). La correspondencia a nivel lingüístico nos remite al episodio de la Torre de Babel (asociada negativamente con la confusión) y a los experimentos y estudios de lenguajes universales (Eco, 1994). Por mencionar solo el caso más conocido (si excluimos las matemáticas y la música), pensemos que el esperanto se puede aprender a través de una aplicación tan difundida como Duolingo (que funciona en los teléfonos celulares, donde el predictivo actúa sobre determinadas variantes de la escritura aún más violentamente que el ya añejo subrayado rojo de los procesadores de texto que se replica al escribir en algunos servicios de correos electrónicos). No obstante, ¿a quién conviene la lengua universal? Umberto Eco señala que “frente al riesgo de que en una futura unión europea pueda prevalecer una lengua de una sola nación, los estados que tienen pocas posibilidades de imponer su propia lengua, y que temen el predominio de las lenguas de los otros […] podrían comenzar a apoyar la adopción de una LIA [Lengua Internacional Auxiliar]” (1994: 280). Pero ¿quiénes determinarían los lineamientos de esa LIA? Resulta casi inevitable el paralelo con las consecuencias catastróficas del empleo del euro como moneda por parte de los países menos poderosos en los últimos años.

Los intercambios comunicacionales en las distintas redes sociales y el fomento de la utilización de plantillas se orientan económicamente. El negocio se refleja en la invasión de publicidades y sugerencias generadas por la información que uno provee al navegar por internet. Esto homogeniza y, paralelamente, permite personalizar quirúrgicamente el accionar comercial sobre las personas. Lingüísticamente, las instituciones que buscan controlar el lenguaje persiguen la hegemonía y, en cambio, utilizan las particularidades como máscara de pluralidad.

En la actualidad el espectro metafórico de la soberanía, vinculado con lo militar y el combate,  se traslada a otros ámbitos: “tanto la forma de los conflictos armados como las vías de solución han cambiado radicalmente como consecuencia de la transformación del sistema mundial de estados soberanos” (Hobsbawn, 2007: 12). La globalización facilita al poder económico el control a través de internet, la minería de datos y las telecomunicaciones. Si bien acordamos con la importancia de las nuevas tecnologías y en que “El siglo XXII nos encontrará enchufados soberanamente o dominados” (Magnani, 2014: 80), no debemos perder de vista que en el fondo todo ello se encuentra vertebrado por el discurso y el lenguaje. Las redes permiten la hiperconexión pero también se usan para capturar. Ya lo había advertido Calle 13 en su Tango del pecado: “Llegó la araña que el idioma daña/ la Real Academia yo se la dejo España” porque, curiosamente, “En la vigésima segunda edición del DRAE [Diccionario de la Real Academia Española, 2001] tenemos la entrada soberanía nacional, definida de esta manera: ‘f. La que reside en el pueblo y se ejerce por medio de sus órganos constitucionales representativos’. En la inminente vigésima tercera edición [2014], la entrada se suprimió. Es, lo que decimos, una forma muy científica de hacer política” (Alfón, 2014: 41).

Las instituciones que se encargan de la enseñanza de un idioma como segunda lengua o lengua extranjera en países sobre los que se creen soberanos utilizan al estudio de los idiomas como política de expansión. Los efectos del dominio y del control de la lengua generan uniformización y empobrecimiento de las variedades (en nuestro caso, argentinas y latinoamericanas). Para nuestra lengua en particular, el Instituto Cervantes, creado en 1991, busca el monopolio de la evaluación y la certificación internacional de la enseñanza del español (que incluye, entre otras cosas, la hegemonía económica de la confección de materiales didácticos y editoriales). El año pasado tuvo lugar un convenio de la Universidad de Buenos Aires con el Instituto, que le cedía al Servicio Internacional de Evaluación de la Lengua Española (SIELE) la tarea que hasta el momento realizaba el Consorcio ELSE (conformado por especialistas de treinta y cinco universidades nacionales y producto del trabajo y desarrollo de los equipos de investigación de esas universidades) que otorgaba el CELU (Certificado de Español: Lengua y Uso). Las empresas que sostienen al Cervantes tuvieron un rol fundamental en los procesos de privatización de Latinoamérica y, si bien “Lo que parece estar en juego es el campo inmediato de un examen de acreditación universal del español, cuyo costo ascendería a 150 euros” (Friera, 2016), el negocio va más allá porque incluye otras cuestiones como, por ejemplo, el otorgamiento de la plataforma digital del examen a Telefónica. El objetivo es generar centros de formación de la variante española de la lengua en Argentina y en México (con sede en la UBA y la UNAM) para la enseñanza en Estados Unidos y en Brasil del español como segunda lengua. Al día de hoy, el conflicto todavía no está zanjado.

Pese a este panorama, que aquí resumimos inmensamente, como muestra del interés por la temática, el año pasado se abrió una convocatoria de “seminarios de áreas de vacancia” para el dictado del primer cuatrimestre de 2017 en la carrera de Letras de la UBA. Uno de las áreas propuestas fue: “Teorías, metodologías y prácticas de evaluación en lengua segunda y lengua extranjera”. Por otra parte, el 7 de julio de 2016 tuvo lugar una mesa sobre “Lengua y emancipación” de la que participó, entre otros, el presidente de la Academia Argentina de Letras, en la jornada de cierre del Foro Universitario por el Bicentenario en la Facultad de Ciencias Sociales. Cada vez más, profesores y maestros problematizan la enseñanza en los niveles medio e inicial de temas como, por solo poner un ejemplo, el paradigma verbal del voseo y del tuteo. El pasado 19 de febrero se dedicó bastante espacio en el diario Página 12 a una nota sobre el trabajo continuo sobre el Diccionario del habla de los argentinos, que mencionamos previamente (Vallejos, 2017), donde se disparan observaciones ligadas a los temas que venimos trabajando. De todas maneras, el espacio del debate en los medios de comunicación aún dista de ser el necesario para que la sociedad en su conjunto se involucre más en la discusión.

La diversidad lingüístico-cultural no tiene por qué ser sinónimo de destrucción e incomunicación en la identidad de un pueblo sino que, por el contrario, puede implicar creación y mayor comprensión del otro. Aquí, la creatividad en la forma se conecta con la gestación de contenidos. Para ejemplificar con un caso reciente, la producción argentina de programas de televisión de dibujos animados en los últimos años permitió que las nuevas generaciones no tuvieran una práctica del aprendizaje levemente distorsionada de la realidad en la que viven. Esto contrasta con algunas deudas de intervención del Estado en el campo del doblaje, la traducción y el subtitulado. Por otra parte, y como señala George Steiner en Después de Babel, la disposición del lenguaje a la proliferación de lenguas (y, añadimos, variedades) y la individualización son tendencias del espíritu humano a la libertad en la construcción de su vínculo con el mundo. La alteridad y su reconocimiento colaboran con la gestación de una identidad más firme. Si se quiere, podríamos realizar una comparación un tanto torpe para trasladar el binomio lengua-sociedad a vida-individuo y pensar la relevancia de la afirmación identitaria desde una visión más psicológica de la imagen que construye cada sujeto de sí mismo.

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Pieter Brueghel, La torre de Babel


Consideraciones finales

“Vengo a venderle sus últimas palabras”

Julio Cortázar, Cuento sin moraleja

Este espacio buscó resaltar la importancia de abordar la cuestión lingüística con una mirada crítica que permita percibir que los juicios que emitimos o las elecciones que hacemos diariamente en materia del lenguaje responden, muchas veces, a una tradición foránea que está tan arraigada en nuestro imaginario que no nos da lugar a réplica. En un marco de integraciones regionales y, especialmente, de integración Latinoamericana, estas cuestiones que subyacen al monopolio peninsular de la lengua fueron cuestionadas desde diversas perspectivas. Sin embargo, la coyuntura política de Latinoamérica ha cambiado recientemente y en este devenir el gobierno estadounidense parece haber redirigido su foco de control con mayor énfasis hacia el sector latino. Resulta importante, frente a este nuevo panorama, sostener e intensificar el debate. Formamos parte de una economía global donde la posibilidad de una lengua mundial tan cercana como el español resulta seductora, pero debemos detenernos a pensar en qué puede escaparse en el proceso. Atender a las particularidades del habla de nuestro continente e identificarlas como tales, y no como desvíos de la norma europea, es una operación que debe leerse como un gesto soberano. Por el momento, nos conformamos con haber disparado alguna inquietud y haberlos tentado con la continuación exploratoria del tema, mediante algunos de los materiales que les dejamos aquí, o con otra bibliografía que descubran a partir de su propia búsqueda.

Bibliografía

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ME Gattari y JM Lacalle